7 de junio 2014
Es absurda la iniciativa de los Diputados panistas del Congreso local, apoyados por la facción priista, al intentar reformar el artículo primero de la Constitución del Estado para proteger la vida desde la concepción, como si no estuviera ya establecido este respeto en la Constitución mexicana.
Los legisladores han exhibido falta de conocimiento jurídico, ignorancia respecto a las posibilidades de las normas jurídicas y limitaciones de orden cultural, económico y social que muestran al impedir la práctica del aborto.
A la luz de esta perspectiva, habría que considerar la función de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y a la Suprema Corte de la Nación con el fin de prever los límites y acciones de esta reforma.
Con una prisa innecesaria, las Diputadas/os han marcado el proceso usando sus ideologías y creencias a espaldas de la sociedad.
Con estos tropiezos, ¿cómo justificar el mito de que representan a todos los ciudadanos y hablan en su nombre?
Por el momento no han sido capaces de organizar un debate para discutir la iniciativa. Por el contrario, temerosos recurren a una votación “fast track” en primera vuelta, escondiéndose de la ciudadanía, orgullosos de utilizar la máscara de fieles devotos a las tradiciones conservadoras de la Iglesia católica, cerrando filas con la extrema derecha y el poder político.
Todo menos representar al pueblo y, por supuesto, a las mujeres, en especial a aquellas que se encuentran en situación de pobreza: ellas serán las más perjudicadas, las que morirán o serán encarceladas, pues las medidas que pretenden establecer favorecerán el aborto clandestino mal practicado y la muerte materna.
Las cifras son contundentes: según la Secretaría de Salud federal en el País abortan un millón de mujeres al año; estas iniciativas, lejos de solucionarlo, agravan el problema.
Por qué aferrarse a normar la vida privada de los demás, deben entender que no son pastores religiosos y además pertenecen a un Estado laico en el cual el individuo, y no el Estado, es responsable de sus actos.
Un ejercicio indispensable para los Diputados/as de Nuevo León es la reflexión sobre la vida, cómo la entienden y a qué se refieren cuando la invocan, su propuesta se encuentra centrada en lo biológico, pero ¿qué pasa con lo social, económico, afectivo o cultural? ¿Por qué traer un niño al mundo para ser maltratado y rechazado? ¿Tendrá sentido?
Recién se publicó el hallazgo de los restos de casi 800 esqueletos de bebés y niños en una fosa séptica de un antiguo convento católico de Irlanda, en Tuam, manejado por las monjas del Buen Socorro, donde entre 1925 y 1961 encerraron a miles de madres solteras embarazadas, a quienes se consideraba “perdidas” -física y moralmente-, y las acogían para que dieran a luz en la clandestinidad, obligándolas en muchos casos a ofrecer a sus hijos en adopción.
Al enterarse del descubrimiento, tanto el Arzobispo de Tuam como el de Dublín y las autoridades gubernamentales irlandesas expresaron su interés por investigar el caso, como también el de los hogares para madres solteras.
En los registros del convento aparece la muerte de los niños debido a enfermedades infecciosas como sarampión, tuberculosis y malnutrición.
La doctrina conservadora católica negaba a estos niños el bautizo y el entierro en los cementerios. En la localidad se conocía el lugar como “el cementerio de los recién nacidos”. ¿Algo más aberrante?
Estos hechos ayudan a percibir lo que será la vida de muchas jóvenes mexicanas, solteras, pobres y embarazadas, si continúan los legisladores con sus falacias.
Un joven artista propuso la creación de un Fondo para apoyar a mujeres pobres de Nuevo León que quisieran abortar y mandarlas a la Ciudad de México.
Qué es la vida y para quién, tendríamos que preguntar y preguntarnos. En una sociedad tan pragmática como la nuestra, en el espacio de lo privado las personas harán lo que tengan que hacer con leyes o sin ellas.
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